Sostenemos una concepción cristiana del hombre. Concepción que, incluyendo la defensa de los derechos humanos, coloca al hombre en la más alta dignidad, la de hijo de Dios; en la más plena libertad, liberado por Cristo del pecado mismo; en el más alto destino, la posesión definitiva y total del mismo Dios por el amor; lo sitúa en la más estrecha relación de solidaridad con los demás hombres por el amor fraterno; lo impulsa al más amplio desarrollo de todo lo humano, porque ha sido constituido señor del mundo por su propio Creador; le da, en fin, como modelo y meta a Cristo, Hijo de Dios encarnado, perfecto Hombre, cuya imitación constituye una fuente inagotable de superación personal y colectiva.
El objetivo, por lo tanto, no es buscar sólo la madurez de la persona humana sino, ante todo, que los bautizados se hagan cada día más conscientes del don recibido de la fe.
Aspiramos a formar:
La inteligencia, no sólo por medio de conocimientos, nociones, ilustración e instrucción sino por medio de la sabiduría.
La recta conciencia en la fidelidad a la ley de Dios y en la responsabilidad de los deberes personales y sociales.
Criterios sólidos y propios, fruto de la responsable orientación del educando en el desarrollo de los aspectos positivos de la personalidad.
La voluntad y el carácter, promovidos por una acción firme y eficaz
El aspecto físico, ya que nuestro cuerpo está llamado a ser templo del Espíritu Santo, es menester cuidarlo, respetarlo y fortalecerlo.
El aspecto social, con especial respeto a dos sociedades humanas: La Familia y La Patria.
Este sistema cultural y educativo logra de manera especial el equilibrio armónico de las facultades humanas y la templanza artística.
El aprecio de las humanidades clásicas no sólo no aísla al estudiante de su contexto geográfico e histórico, sino que, por el contrario, le permite conocer y valorar las raíces de la tradición occidental a la que pertenece, a la vez que le agudiza su sentido crítico.
La apertura del hombre a lo trascendente está en la raíz de su ser y la dimensión religiosa configura un elemento constitutivo de su vocación. La formación cristiana no es algo añadido o superpuesto, es el coronamiento y la fuerza rectora de la formación integral.
No se entiende una educación en libertad sin el apoyo de la Gracia, en la que Cristo nos ha engendrado y que nos es transmitida por la Iglesia a través de los Sacramentos.
La Santísima Virgen María, en cuyo seno se modeló Jesucristo, el Salvador, es el modelo y el molde donde se formará el cristiano. El colegio aspira a acrecentar en el corazón de sus alumnos una devoción interior, tierna, santa, constante y desinteresada hacia la Santísima Madre.